miércoles, 31 de julio de 2013

Ara Pacis Augustae

A la sombra del augusto emperador


Muchas veces nos han hablado de un altar de propaganda levantado por el gran Augusto tras su campaña de pacificación de Hispania y la Galia, el Ara Pacis Augustae. Muchos han sido los profsores que nos han inculcado una veneración por este altar, y muchos han sido los que han desentrañado sus secretos más ocultos. Nos lo conocíamos a la perfección aun sin haberlo visto en persona. Ahora, podemos decir tras haber pasado largo rato contemplando sus muros y pudiendo tocar sus piedras, que todo lo aprendido no sirve a la hora de contemplar tan magnífica obra. Quedarse embobado mirando un objeto que unas manos hicieron hace miles de años no es propiedad exclusiva de Stendhal, sino que nosotros sentimos esa congoja en el estómago cada tarde que salimos a descubrir nuestra Roma.

El Ara Pacis podría resumirse en relieves de mármol mostrando las escenas míticas relacionadas con los orígenes divinos de Roma, plantas, flores y animales que no hacen más que cubrir por entero las paredes, matronas romanas, ciudadanos togados siguiendo un cortejo que preside el emperador, el elegido por los dioses para salvar y pacificar el Imperio, un nuevo Alejandro Magno. Y pensar esto no es tan descabellado, los romanos eran unos excelentes publicistas, aun sin estudiar marketing. Asociar la figura de un nuevo emperador con héroes de leyenda o con los mismos dioses sirvió para que todavía ahora se preserve la memoria de un hombre que vivió hace dos mil años, cabeza visible de un gran imperio y que estuvo a al frente de su mandato durante cuarenta y seis años.

Sentir que hace mucho tiempo ese lugar fue usado por los que están representados en sus muros, o que esta maravilla de Roma fue desenterrada y despertada de su letargo hace no tantos años, cual Laocoonte en los tiempos del divino Miguel Ángel, te hace reflexionar sobre el arte, pero sobre todo, sobre lo que se puede aprender y descifrar de una sola piedra. El Ara Pacis Augustae no es sólo una estructura de mármol donde se sacrificaron bueyes, es mucho más: es la seña de identidad de una época de paz, es el reencuentro con la cultura griega, es una época de religiosidad y de moral, es un documento para la historia importantísimo y que al menos una vez en la vida merece ser contemplado de cerca.

Tenemos pues otra “isola”, aun no estando bañadas por las caricias del Tíber, que está dispuesta a dar sombra y cobijo a cuantos curiosos o estudiosos se acerquen a maravillarse.



2 comentarios:

  1. Magnifica entrada! Esa es la belleza de la historia, recorrer esos espacios que siglos atras otros pisaron, descubrir los detalles que solo uno mismo puede admirar, ya que no hay libro de historia del arte que describa ese sentimiento tan especial que se tiene al contemplar algo tan maravilloso como es el legado que nuestros antepasados nos dejaron...

    ResponderEliminar
  2. Un archipiélago en este mar de tiempo y viviencias!!!

    ResponderEliminar