viernes, 23 de marzo de 2018

Experiencias de mi llegada a Roma (Daniel Aguilar)


Mi primera llegada a Roma fue un poco difícil. Es una ciudad nueva, grande y bastante masificada de gente. Para los que vivimos en una ciudad pequeña como yo, Roma siempre impresiona.
Para que tengas una fácil llegada a tu destino siempre tienes que tener mucha información sobre infraestructuras, hoteles, vías de comunicación. Si te informas bien no tendras ningún tipo de problema para encontrar los sitios que quieras visitar. Con el metro puedes llegar fácilmente a cualquier zona donde quieras llegar, esta bastante bien comunicado y señalizado.
Yo vine a la ciudad sin saber el idioma, sin informaciòn sobre las comunicaciones. Los primeros días hasta adaptarme fue bastante difícil: me perdía, no sabía cómo llegar a los sitios, estaba solo y me costó mucho acostumbrarme a la vida cotidiana y a las costumbres de Roma. Me fue difícil encontrar los sitios, sin embargo por empeño y voluntad propia conseguia encontrar mi destino.

Por eso siempre que vayas a cualquier ciudad de la magnitud de Roma, como estudiante, turista o por trabajo mi consejo es que vengas bastante bien informado. Si no adquieres la información necesaria sobre los servicios consultando alguna guía de Roma, la ciudad puede ser bastante caótica.

Vista de Roma desde el Gianicolo

Experiencia personal

Era un jueves 15 de Marzo de 2018 cuando me comunicaron que había aprobado el segundo trimestre del curso y que iba a empezar mi período de prácticas en el extranjero. Mis prácticas  serían de dos meses y dos semanas. Me reuní con los cargos superiores del centro para organizar mi viaje y me trasmitieron que el dia 22 de Marzo de 2018 comenzarían mis prácticas. 

Para organizar mi viaje me reuní con mi prima, una chica que había viajado bastante. Me podría informar y ayudar para la organización del viaje a Roma. Encontré un vuelo y un hotel sin problema. Pero los problemas me llegaran a la hora de conseguir una habitación para dos meses. Roma es una ciudad bastante masificada y para dos meses es muy complicado.


El lunes 19 de Marzo de 2018 aterrizo en Roma. Para llegar al hotel no tuve ningún problema, cogí el autobús y me dejó en la estación de Termini. Mi alojamiento estaba al lado de la estación por lo que para llegar hasta el edificio no tuve inconvenientes.

Una vez en el hotel preparo los dos dias siguientes para buscar un piso. Tenia dos contactos interesantes para alojarme en los dos próximos meses.

Nuevo día. 20 de Marzo de 2018. Voy a ver el primer apartamento, y la sorpresa que me llevé era que tenía que convivir con un señor mayor. Además, el piso estaba bastante deteriorado, era muy antiguo y el contrato que me realizó estaba mal hecho.
Posteriormente, fui a conocer la oficina. Tuve muchas dificultades porque el buscador de mi teléfono móvil me dejaba en un sitio distinto donde realmente no estaba ubicado el lugar de trabajo.

Seguidamente el segundo piso que visité era de una señora mayor. La habitación tenía unas condiciones aceptables y estaba en un estado muy bueno, pero uno de los inquilinos de la señora comenzo a poner inconvenientes por mi llegada a la casa. Pasaron un buen rato discutiendo el chico y la mujer. La señora, al final, me dijo que no me preocupase, que yo le hiciese una transferencia a su cuenta bancaria y al día siguiente me daría las llaves de la habitación.

Por la noche esperando a la confirmación de la señora reciví su llamada diciendo que no me iba a arrendar la habitación.
Otro de los inconvenientes del período de instalación en Roma fue la tarjeta de crédito. Se me había bloqueado y tenía que sobrevivir con un poco de dinero en efectivo.
Por tanto, mi situación era la siguiente: No tenía hotel porque estaba todo ocupado, no tenía habitación y no tenía dinero en efectivo. ¿Cómo solucioné estos problemas?

El problema del dinero: Un amigo de mi prima trabaja y vive en la ciudad. Luca un hombre agradable y cordial, que sin conocerme de nada me ayudó a solventar mi problema con el dinero.

El hotel: Desde España, mis  familiares me buscaron un hotel hasta el domingo 25 de Marzo. Stefano dueño del alojamiento me ofreció habitación sin ningun tipo de inconveniente.

El piso: Conseguí un contacto de la propietaria de un edificio y Brian un chico sudamericano que estaba alojado donde yo iría posteriormente, se ofreció a cederme la habitación antes de Abril.

Gracias a esta mujer que me arrendó la habitación y Brian que me acogió hasta Abril, conseguí solucionar el problema del alojamiento en Roma.

Para mí esto formaba parte de los objetivos que yo deseaba alcanzar en mi periodo de prácticas en el extranjero. Uno de los propósitos era conseguir solucionar los problemas e inconvenientes que me fuesen surgiendo a lo largo de este tiempo. Gracias a mis familiares más cercanos y a mantener siempre la calma conseguí instalarme en Roma.

Este período de instalación fue difícil, pero tuvo un gratificante resultado final.

lunes, 9 de enero de 2017

Volver a Roma

Yo no acabo de llegar a Roma, acabo de volver. Mis ojos no descubren este lugar con la ilusión que acompaña cada primera vez, sino vuelven a mirar lo que ha sido, por muchos de los últimos años, el panorama de la vida diaria.

Y el regreso es siempre un momento raro en la vida. Encuentras otra vez el mundo que has dejado, vuelves a tu planeta y te das cuenta de verdad que es lo que extrañaba más, sin tenerlo claro y también lo que te hubiera gustado no volver a encontrar otra vez.

Esto cambia necesariamente la perspectiva de mi mirada y de mis palabras.

A pesar de esto, cada vez que paso, por ejemplo, ante el Coliseo, aunque sea llegando tarde a una cita con los amigos o de vuelta de un día pesado y difícil, nunca me olvido de levantar la mirada, nunca dejo que la belleza se me pase al lado sin que me dé cuenta. Roma no te lo permite, es prepotente y vanidosa, no puedes pasar de ella sin más, poniéndola detrás de la costrumbre. Nunca.

Visita Coliseo interior
El autobús que me trae, otra vez, por los Foros Imperiales (que, como siempre, he maldecido hasta el minuto antes, por tardar tanto en llegar a la parada) con toda su carga de variada humanidad, con su proceder sobre los sampietrini sonando como si se fuera a abrir en dos de un momento al otro, me conduce a casa pasando por un recorrido dentro de la historia del mundo. Y este aspecto consigue siempre compensar sus defectos y que, a pesar de todo, siempre haya una razón para volver. Para esto no hace falta tirar la monedita en la fuente. No será la monedita que has tirado a la fuente a volverte a traer por aquí, sino lo que recuerdan tus ojos.

Porque Roma es esto, un caos rodeado de maravilla.

Y de las contradicciones siempre ha nacido algo especial.

domingo, 23 de octubre de 2016

Cos'è la panna?

''¿Qué es la nata?''. Seguro, todos nos sorprenderíamos si alguien nos pregunta qué es la nata. Todos lo sabemos. Si fuese un extranjero que no conoce la palabra, sería normal. Pero... sería muy raro que alguien que no lo fuese nos planteara esta pregunta. Pues bien, ahora entenderéis porqué esto ha sido para mí uno de los mayores halagos que me han hecho en Roma... y en mi vida.

Era domingo, una de esas soleadas y preciosas jornadas romanas cuyo aire da gusto respirar. Había venido a visitarme un amigo, que estaba pasando el fin de semana en mi casa. Ese día lo llevé de nuevo a conocer más la ciudad a través de mis ojos romanos. Y a la hora del mediodía le mostré Campo dei Fiori para comer en las cercanía, cuando nos dirigimos a una placita encantadora y resguardada. No conocía ningún restaurante allí, así que escogí uno que me pareció adecuado, a decir verdad, sin pararme demasiado.
Cuando nos estábamos acercando a esas mesas de madera tan acojedoras y habituales en el paisaje romano, la camarera, de unos 27-30 años, vino a recibirnos. Tenía la piel blanca, al igual que sus brillantes dientes que ofrecían una preciosa y cálida sonrisa a toda la plaza. Era de melena corta y negra. No morena, negra. Tenía esa belleza romana que tanto anhelo y tanto temía anhelar en mi futuro de aquellos tiempos. Esa belleza completa. Esa belleza que te atrapa con la vista y te rinde con palabras y gestos.
Me había alejado un poco de Campo dei Fiori en dirección a una zona más urbana en busca de una cocina más pura y menos 'turística' para que mi invitado saborease los sabores propios y, por supuesto, para mí también. En mi dictadura de anfitrión, no le dejé opción a mi acompañante y le pedí yo mismo una pizza (ni mucho menos se quejó de la elección). Para mí, iba a pedir el menú que ofrecían, pero dudaba entre varios platos. Y, en uno, no conocía el significado de uno de los ingredientes, la panna. ¿Qué sería eso? Así que pregunté a la camarera. Su respuesta fue una mirada sorprendida y un poco enfadada, acompañada de un ''stai scherzando?'' (''¿Estás bromeando?''). Enseguida comprendí que pensaba que la estaba vacilando. Sin embargo, lejos de sentirme mal o preocupado, solo pude sonreir y sentirme enormemente feliz y orgulloso. Pensaba que era romano!
Le expliqué mi situación y, luego de reirse y decirme que, efectivamente, pensaba que la estaba vacilando, me dijo lo que era la famosa panna y bromeamos acerca de nuestro mal entendimiento. ''Yo pensaba, pero cómo va a haber alguien que no sepa qué es la nata?'', me dijo. No llegué a decirle gracias, pero sin duda se lo merecía.
Ya podían haber preparado el plato de cualquier manera que, para mí, ya era especial.


Esta historia es tan simple y compleja, tan detalle y tan historia a la vez, es una de mis favoritas. Me recuerda lo que es Roma, lo que es su gente. La alegría de vivir y interactuar cada segundo con la ciudad y su gente. El encanto inigualable de la dulzura y, a la vez, fuerte carácter de la mujer romana. Me recuerda... que soy uno de ellos.

domingo, 12 de junio de 2016

Tocando Roma por primera vez

El día en que conocería Roma. Volaría hacia lo que tanto había esperado y por lo que tanto me había esforzado. Recuerdo aquel día a la perfección; lleno de hasta luegos, lleno de pensamiento, lleno de ganas. Cero nervios, había dormido y comido como cualquier otro día. Ante las grandes ocasiones, la fuerza por aprovecharlas es mayor a todo. Sabía que a partir de ese día mi vida cambiaría por completo.


Ya en el aeropuerto, tuvo lugar un encuentro muy especial, el primero con un romano. Un hombre que trabajaba en Santiago pero tenía a su familia en Roma, a la que iba a visitar.
En la cola para embarcar, me vino a preguntar algo acerca del DNI. Noté su acento y le pregunté de dónde era. Al responderme, el pobre hombre comenzó a enfrentarse al que seguramente fue el mayor interrogatorio de su vida. Por suerte, él también parecía interesado en mi historia, lo que nos envolvió en un diálogo que amenizó la espera. Durante aquellos instantes que compartimos, la ilusón no se borró ni un segundo de mi rostro. Él no tenía ni idea de lo que ese momento suponía pero, para mí, era muy especial. Pensaba: ''en verdad estoy camino a Roma!''.

Una vez en Fiumicino, empezó ya desde el minuto uno esa continua superación de obstáculos que Roma te pone y que tanto me ha hecho crecer. Acompañaron la situación un montón de primeros encuentros. La primera chica romana, mi primera conversación larga en italiano, la primera vez que escuché una bronca de una mujer romana (qué belleza!)...
Me fui de allí sin mi maleta, sin saber si la recuperaría y con un retraso importante. Pero... aquél viaje en taxi! ¿Puede haber algo más mágico? Gente de Roma... otro primer encuentro, ese taxista fue el primer romanista que conocí. Hablamos de la ciudad y del equipo y me aconsejaba sobre la vida en la Capitale mientras pasábamos entre las maravillas de la noche romana  que él me iba explicando y mostrando. Mi primera visión de Roma. Deseaba pararme en el tiempo durante ese trayecto. La imagen de Santa Maria Maggiore con su belleza nocturna y con mis ojos de aquella primera vez.
Recuerdo perfecamente que me decía ''todo ha merecido la pena. Incluso, si todo se redujese a este viaje en taxi, habría merecido la pena''.


Y, entonces, llegué al que a partir de ese momento, sería mi hogar. El chico que bajó de ese taxi... no podía ni imaginarse todo lo que Roma le daría.

lunes, 9 de mayo de 2016

La huella de la felicidad

Es difícil expresar el enorme vínculo que nos une a Roma. Aunque los meses sigan pasando y continúe lejos de ella, cada día me levanto y tengo la sensación de que es el siguiente al dejarla. De que ayer estaba y de repente, hoy ya no. Y ese hondo vacío, esa tristeza en la mirada, esa cercanía de sentimiento, me acompañan siempre. Quizás esto pueda explicar esa unión.

El tiempo, el calendario, marcan cada vez más lontananza. Pero solo ellos lo hacen. Y es que, pese a que al estar lejos tenga esta pesada losa, llevarla es un orgullo. Representa lo especial y única que es la ciudad eterna.
Recuerdo que estando en Roma, cuando caminaba por la calle, miraba a mi alrededor y pensaba en lo feliz que me hacía dar cada uno de mis pasos en el lugar al que mi corazón pertenece. En la felicidad que me aportaba el simple hecho de dejar mis pisadas en la ciudad que amo, en mi ciudad, en Roma. Una sensación maravillosa.Y pensaba en lo afortunado que era.
Reflexionando sobre ello, se trata de un acto de auténtica autorrealización. De una destacable relevancia. El encontrar tu sitio. Algo que no todos tienen la suerte de alcanzar en sus vidas.
Como con todo, si es en Roma se multiplica por diez.

Y es esto lo bello de ser romano, el sentir la conexión y la pasión por tu ciudad hasta en tus propias pisadas al andar. El sentir un gran vacío cuando estás lejos. El vencer incluso al tiempo, sintiéndola tan cerca mientras él la aleja. El caminar por sus calles y dejar tras de ti una huella de felicidad.

Aunque la mayor de esas huellas, la deja Roma en ti.

domingo, 13 de marzo de 2016

Desde Rusia con amor

Cuando me preguntan qué es lo que más me gusta de Roma, con qué me quedaría, qué es lo mejor de la ciudad, mi respuesta es siempre la misma, su gente.
Y, teniendo en cuenta la ciudad de la que hablamos y la indescriptible belleza que nos deja de incontables formas, esta respuesta obtiene especial grandeza. Y no albergo la mínima duda en ella. Pues los romanos me han demostrado cada día que esta es la respuesta justa.
Uno de los miles ejemplos, me lo dejó una noche maravillosa luego de un partido de la Roma en el Stadio Olimpico.
Fue un día especial dentro de la rutina especial que es vivir en Roma. Era domingo, hacía un día estupendo y el equipo jugaba el último partido de la temporada con los objetivos ya cumplidos. Así que los tifosi íbamos al Stadio a celebrarlo y a darle nuestro agradecimiento a la squadra.
Cuando finalizó el partido, yo puse rumbo a Piazza Mancini entre la gran belleza de caminar por la noche romana y atravesar bajo las estrellas el Tevere. Allí cogería un taxi para volver a casa, sin embargo cuando llegué no había ninguno y no sabía el número de teléfono para pedirlo. Había salido tarde del Stadio y disfrutado del camino, así que la mayoría de tifosi ya habían cogido su coche o algún medio para ir a casa.
No me dio tiempo ni a pensar en la solución cuando miré hacia atrás y vi a una pareja, un chico y una chica ambos con la bufanda romanista. Les pregunté si sabían dónde coger un taxi, porque aquí ya no quedaba ninguno. Sorprendidos, miraron de un lado a otro la plaza diciendo: ‘’aquí tiene que haber alguno’’.
Cuando los tres comprobamos que, efectivamente, no quedaba ninguno, me dijeron que no me preocupase, que había un número al que llamar y que vendría allí a por mí. Pero cuando saqué mi teléfono para apuntarlo, se miraron y sin que me diese tiempo de apuntarlo él me dijo: ‘’ven con nosotros, vamos a Termini, allí habrá seguro’’. Ella me dijo que cogerían un bus cerca hacia la estación, que fuésemos juntos. Noté un acento especial en su voz, no era italiana. Contentísimo, acepté la invitación y partimos juntos. ‘’Porque eres romanista eh, si llegas a ser de la Lazio te dejábamos aquí’’, bromearon. Estaba en mi salsa.
Durante el trayecto, conversamos. Él era muy alto, rapado y con barba. Ella, rubia platino de ojos claros. Eran pareja, y detrás de esta había una historia fantástica. Resulta, que ella era rusa, de San Petersburgo, y romanista como la que más! Seguía a la Roma de toda la vida, y cuando jugaba por Europa iba a menudo a verla. Y así lo hizo en la visita del equipo a Rotterdam para enfrentar al Feyenoord el febrero del año pasado. Una salida además muy tensa por los destrozos que los holandeses habían causado en Piazza di Spagna semanas antes. A esa visita no faltó tampoco él. Allí, en ese ambiente hostil, se conocieron y desde entonces no se separaron. Ella se fue a vivir a Roma e iban cada domingo al Stadio.
Me quedé perplejo y sobretodo encantado ante la historia. Yo les conté la mía, un romano gallego, y romanista. Menudo encuentro!
Pero la sorpresa fue en aumento cuando él me comenzó a explicar que conocía Galicia, a los celtas y su legado. Que sentía especial interés e incluso había estudiado algo de gallego, un idioma que quería aprender a corto plazo. Me preguntó algunas cosas y me demostró que efectivamente lo había estudiado un poco.
Y es que, no solo resultaron tener a la Roma como punto en común, ambos eran fervientes amantes de los idiomas. Él había conseguido prácticamente dominar el ruso en los pocos meses que llevaban juntos y ella, el italiano.
Pasamos todo el trayecto disfrutando de aquella maravillosa casualidad, conversando de nuestra pasión por la Roma, por la ciudad, de nuestros caminos hasta llegar a ella… pero este camino se hizo muy breve, el tiempo  había volado y estábamos en Termini.
Allí, me acompañaron casi hasta la puerta del mismo taxi y nos despedimos.
Cada instante que pasas en Roma sientes un orgullo por la ciudad y su gente que, en ocasiones como esta, se hace todavía mayor y más especial. Lo más maravilloso de estas ocasiones es que se repiten constantemente. Aún si, en ciertos casos, vengan desde Rusia.

jueves, 31 de diciembre de 2015

Te regalo Roma

Luego de unos meses sin escribir nada en el blog y, por primera vez, no haciéndolo desde Roma, siento ganas de compartir aquí una pequeña gran historia. Sobra decir, que aún no estando en Roma, sentimiento y vínculo están intactos. Lo único que cambia, es el peso de no estar en casa. La romanità.

La navidad es una época en la cual los regalos tienen un gran protagonismo. Una época en la que se muestra más el amor hacia los seres queridos, también de esta manera. En forma de regalo.
Es por ello que en estas fechas he pensado mucho en uno de los regalos más especiales que me han hecho nunca. Uno que me hizo mi gran amigo Daniele en uno de mis últimos días en la ciudad.

Gran conocedor de mi pasión romanista. Daniele me llevó en su moto en un tour por los lugares más giallorossi de Roma. Testaccio, donde paramos en el primer campo de la historia de la AS Roma y en el Roma Club Testaccio, uno de los pocos clubs de tifosi que quedan y un verdadero museo romanista. Gracias al cual, por cierto, acabamos de casualidad en uno de los murales de Street Art más famosos de la capitale, el de la Loba.
A continuación fuimos a Garbatella, una de las zonas más romanistas de Roma. Allí pudimos ver numerosos murales en referencia a la Roma del último scudetto, por desgracia desgastados por el tiempo. El famoso bar romanista de Garbatella que tanto había visto en vídeos. Garbatella es de por sí una bonita visita.
Nuestro siguiente tramo se centró como no podía ser de otra forma en Il Capitano, en Francesco Totti. Visitamos su barrio, el patio en el que jugaba, la calle donde se crió, vimos la que fue su casa en la infancia. La pena fue que su gran mural en Porta Metronia ya no estaba, espero que lo hayan recuperado. Por cierto, Daniele se había callado este punto del tour por darme una sorpresa, habíamos hablado bastante sobre este mural.

Pudimos ver también el Monte dei Cocci, el Ponte della Musica (precioso y moderno), un antiguo club romanista convertido ahora en punto Snai (casa de apuestas italiana) y entre otros sitios, la antigua oficina de mis compañeros, sin duda un lugar con un encanto especial que me hizo ilusión conocer.
Muy cerca de este último punto, se encuentra la que fue nuestra primera parada, la cual he dejado para el final por su importancia.
Entre calles estrechas y numerosos callejones a un lado y a otro, en uno de pronto vislumbré un colorido especial, al instante lo reconocí. Entre dos paredes viejas y pintarrajeadas, allí al fondo destacaba el bellísimo mural de Totti. Cuántas veces lo había visto en fotos! Cuando reparé que estaba ante él, la felicidad me asoló por completo y creo que la mirada que le eché a Daniele fue un gracias más grande y más reconocible que cualquiera transmitido de forma escrita o hablada.


Este paseo me sirvió para conocer un poco más de Roma, de su historia y de su gente, solo eso ya fue una experiencia fantástica. Para un romanista, no os podéis hacer una idea. Un recuerdo genial. Un regalo maravilloso. Grazie mille, Dani.

Gracias por regalarme Roma.