Fin de semana intenso. Los sábados y domingos son días para recorrer la
ciudad,para encontrar sitios escondidos y para perderseen sus callejuelas. Y tenemosque
decir que este fin de semana no ha sido la excepción.
Sintiéndonos como en casa, es decir, con un calor de mil demonios ya desde
primeras horas de la mañana, decidimos emprender la marcha hasta nuestro
destino, incierto a esas horas de la mañana, dejamos que los hados nos guiasen.
La primera parada fue una plazoleta al lado de San Clemente al Laterano. Totalmente
alfombrada de flores amarillas que caían de los árboles, y con la sombra que
arrojaban, se presentaba como un lugar idílico para hacer un pequeño descanso
tras visitar la basílica y ver los frescos de Masolino. Recorriendo la Via dei
Fori Imperiali nos dimos cuenta de lo necesario que es ya comprarse un
sombrero. A estas alturas del mes y con el sol que cae, y sobre todo, saliendo
por la ciudad cuando más calor hace, todavía no hemos comprado ninguno de los
dos un sombrero, la vagancia nos puede, queda comprobado.
Nuestro siguiente destino el sábado, antes de comer, habíamos previsto que
fuese Campo di Fiori, pero poco antes nos tropezamos con un museo que ofrecía,
además de fresquito y sombra, un intersante recorrido por lo que quedaba de un
teatro de época imperial. Descendiendo por la Crypta Balbi y retrocediendo unos
cuantos años, pudimos observar lo que quedaba de su famosa exedra y en la parte
musealizada, piezas aparentemente sin valor, pero que para los amantes del arte
o de la historia poseen un valor añadido.
Tras comer un bocata a la sombra del Palazzo Farnese – aunque sin los
trinos de Floria – entramos al vecimo Palazzo Spada, donde se encuentra la
famosa perspectiva del Borromini. Pero lo más curioso que encontramos, aparte
de sus salas llenas de cuadros, fue un gato al que apodamos Garfield, tanto por
su pelaje anaranjado como por su embergadura. Demasiado acostumbrado a la gente
y sobrealimentado por esta razón, el felino se mostró como el auténtico señor
del palazzo, tenía la hechura de los grandes nobles y la serenidad al andar
propia de los aristócratas, seguroque en otro tiempo fue alguien importante.
Tras despedirnos de nuestro ilustre anfitrión, y recomendados por nuestro
jefe, fuimos a la zona de Piazza Navona, que queda cerca, y para relajar la
mente y el bolsillo viene muy bien. Estuvimos buscando librerías, y nuestra
búsqueda dió frutos, ya que encontramos una que tenía muy buena pinta, una de
estas librerías con sabor añejo, con libros ya descatalogados, antigüedades y
cosas que sólo u pueden encontrarse en este tipo de tiendas. Y así,
callejeando, visitando Santa Mara della Pace o Santa Maria dell’Anima, entramos
al Museo Altemps, lugar donde se alberga la colección Ludovisi. Ver de frente
al Ares Ludovisi o al Gálata suicida es una experiencia que no os podéis perder
de ninguna de las maneras. Obras excepcionales, tratadas con suma dignidad y
propias de la másalta grandeza.
Y como no queremos aburriros con nuestras andanzas, sólo diremos que el
domingo fuimos por el Trastevere, en plan bohemios, perdiéndonos por las que ya
son nuestras callejuelas, y cómo no, llovió, pero esta vez ya nos pilló en
casa.