Nuestra experiencia en el Vaticano
¿Sobre qué escribir hoy? Esa es la pregunta que nos hacemos día tras día. Y
es que a pesar de estar viendo cosas nuevas e impactantes a diario, parece que
te acostumbras a estar rodeado de tanta grandeza y exhuberancia. Es una
sensación que sólo pueden sentir los lugareños y algunos privilegiados como
nosotros. Es extraño.
Ayer acudimos con nuestras compañeras a visitar el Vaticano y sus museos. Pasamos
casi toda la tarde allí, pero por lo menos yo, habría preferido estar todo el
día. Hay tantas cosas, yanto espacio, tanta gente y tan poco tiempo, que tienes
que ir saltándote cosas por necesidad para poder quedarte con una visión
general. Sin duda, el Vaticano encierra tesoros impresionantes, pero la visita
que hicimos ayer particularmente no me agradó demasiado. Entre tanto calor y
tantísima gente por los pasillos de los Museos Vaticanos, no nos podíamos
detener ante ningún sitio porque íbamos casi por inercia. A pesar de haber
reservado las entradas con antelación y no haber tenido que hacer cola, la
sensación de agobio fue la misma. Afortunadamente, llegó un punto en que
decidimos pararnos y descansar, descansar de tanta gente y descansar de tanta
belleza.
Un día agotador, sin embargo, nuestra pequeña estancia en el Vaticano a
parte de reconfortar nuestras ansias artísticas, nos sirvió para dar un respiro
ese día en que vimos tres de las cuatro basílicas mayores de Roma. Desde luego,
merece muchísimo la pena ir al Vaticano. Es una de estas cosas que te esperas,
que has visto hasta la saciedad, pero que te impresiona nada más poner un pie
dentro. Ver obras de la talla de Rafael, Bernini o Miguel Ángel todas reunidas en
un inmenso espacio bañado de un aura mística, es algo que al menos una vez en
la vida se tiene que ver. Y nosotros también tenemos la suerte de contar en el
sitio donde trabajamos con la posibilidad de contratar visitas guiadas en el Vaticano con guías profesionales, que te ayudan a comprender la
belleza que esconde y te sugieren lo que significa. Una auténtica experiencia
divina.
Pasas el Tiber y es otro mundo, otros mundos: Gianicolo, Trastevere, Borgo y dentro de ellos, más... como una aquella escalera espiral de los Museos Vaticanos... y a veces te mareas con este movimiento. En este mar sigo vuestros pasos dibujando vuestro mapa.
ResponderEliminar