lunes, 26 de agosto de 2013

Viernes en Trastevere

Entre un éxtasis y un martirio: Trastevere, ¿algún lugar más?

Y vuelta a la oficina. Otra semana que ya estamos en lunes y el fin de semana se nos ha pasado volando. Parece mentira que el otro día estuviésemos tirados a la bartola en un parque leyendo nuestros libros y escuchando nuestra música, disfrutando el paisaje y distrayéndonos con las personas que pasaban por delante nuestra.

Pero antes que eso nos trabajamos el día. El viernes, tras comer con nuestros compañeros de trabajo, nos fuimos hacia el Trastevere. Hecemos unas compras de rigor – las compras siempre son de rigor y necesarias... – y decidimos visitar algunos lugares que todavía se nos habían resistido en esa parte de la gran urbe que es Roma. En Trastevere te puedes encontrear casi cualquier cosa, desde un éxtasis hasta un martirio, sí sí, habéis leído bien. No estamos locos (de momento) ni somos parte de ninguna secta, sino que el pasado viernes acudimos a ver una de las obras imprescindibles del genio de Bernini y otra del gran Stefano Maderno. Ambas grandiosas de por sí y envueltas en una atmósfera mágica, que invita a la contemplación y que recuerda lo vulnerable que es el hombre.

Según entramos en la iglesia de San Francesco a Ripa, entre capillas ornamentadas por las familias que están enterradas allí, casi como si fuese una típica iglesia de pueblo, con todo el encanto que ello conlleva, nos vimos inmersos en un ambiente totalmente diferente al que se respiraba en el resto del templo. Y es que al contemplar frente a frente la efigie de la beata Ludovica Albertoni, algo dentro de tí te dice: esto sí está tocado con la mano de algún dios. La expresión de éxtasis místico, los perfectos pliegues de los ropajes, la cadencia de las manos intentando sujetar algo de esa alma que se escapa por la boca... así se siente uno al contemplar tan magnífica obra, arrobado, y sólo se puede comparar esta visión del mármol hecho carne con lo que dijera algún día Teresa de Ávila:
Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero

Y siguiendo nuestra ruta por el Trastevere, hicimos otro alto en el camino para contemplar otra estatua hecha carne, la de una mártir que quedó inmortalizada por Stefano Maderno. Santa Cecilia in Trastevere, una basílica custodiada por monjes benedictinos y que custodia uno de los interiores más bellos de cuantos poseen las basílicas de Roma. Con un atrio convergente en una alberca y con una fachada que recordaría a los tiempos medievales, el interior se presenta con un ambiente totalmente distinto al que se esperaría encontrar. Iglesia amplia y diáfana, focalizando la atención del fiel en el altar mayor y en su mayor tesoso, Santa Cecilia se presenta desde lejos como una masa marmórea casi sin forma, pero según vas acercándote te das cuenta de la crueldad y la delicadeza de su figura. La santa patrona de la música, aparece inherte e el suelo, de lado y con la cabeza vuelta dejando ver el tajo en el cuello. Una imagen impactante, pero a la vez bella. Es difícil explicarlo con palabras, se tiene que vivir en propia persona, darse cuenta de la fragilidad de su cuerpo y de la delicadeza de su postura.


Sin duda, un día muy productivo, que mereció la pena sólamente por ver estos dos destellos de luz en un marco inmejorable. Y es que el Trastevere encierra todas estas cosas y más que iremos desvelando a lo largo de nuestra estancia en Roma. Yo no me lo perdería, ¿y tú?


Éxtasis de la beata Ludovica Albertoni, Gian Lorenzo Bernini. San Francesco a Ripa.

2 comentarios:

  1. El trastevere!, me trae maravillosos recuerdos. La beata Ludovica Albertoni en San Francesco a Ripa, ¡increible y sublime! y Santa Cecilia, ¡misteriosa y fragil!, pero sin ánimo de ser pedante ni entrometido, (de verdad no lo quiero ser), te has dejado algo de la iglesia de Santa Cecilia que es maravilloso, ¡los ángeles de Cavallini! del siglo XIII, están en el antiguo coro de la iglesia y los cuidan unas monjitas. Se puede acceder llamando al timbre de una puerta lateral en el acceso a la iglesia y diciendo que te gustaría ver a los ángeles de Cavallini. Realmente merecen la pena y su belleza no se olvida nunca.
    Gracias por tu blog
    Rafa

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  2. Muy buen trabajo con el blog chicos!! Mejorais con cada nueva entrada. Simplemente con nombrar cualquier obra escultorica de Bernini, uno ya sabe que va a ser un autentico regalo para los sentidos, y el extasis de la beata seguro que fue uno de ellos.
    Las clases de Ramallo cobran vida en Roma!!

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